Dos mil arrestos llevados a cabo en servicio, otros cien efectuados fuera de servicio, seis mil respuestas a llamados de apoyo, participación en quince tiroteos, ocho disparos efectuados y cuatro muertes. Son cifras que parecerían representar la labor de toda una división policial pero en realidad corresponden a un solo hombre, convertido en una leyenda dentro del Departamento de Policía de Nueva York.
El detective Ralph Friedman se convirtió oficialmente en el miembro de la NYPD más condecorado en 170 años de historia de la unidad que tiene como finalidad principal, mantener a los residentes y turistas de “la gran manzana” a salvo. Reconocido por sus pares también como “el detective más rudo”, el agente se destacó desde el primer momento dentro de la división del precinto 41 ubicada en el sur del Bronx, conocida también como “Fuerte Apache”.
Allí Friedman prestó servicio durante el período más oscuro de “la ciudad que nunca duerme”, la cual durante las décadas del setenta y ochenta estuvo asediada por el crimen fuera de control, una epidemia de abuso de drogas y una crisis fiscal que llevó a la metrópolis al borde de la quiebra.
Tal fue el legado del imbatible policía que – con la colaboración del escritor especialista en novelas policiales Patrick Picciarelli – Friedman decidió contar su historia de vida en Street Warrior o “Guerrero Callejero”, un nuevo libro con fecha de publicación para el 25 de julio que repasa tanto el desempeño intachable del agente de policía dentro de la NYPD, a la vez que realiza un análisis del contexto social que lo forjó profesionalmente al servicio de la ley.
Friedman tomó juramento el 2 de febrero de 1970 con solo 21 años y comenzó a patrullar el precinto conocido como “Fuerte Apache” del Bronx, donde había sido criado en un hogar de clase trabajadora y que – gracias a la crisis que atravesaba en ese entonces la ciudad – se había convertido en un semillero de criminales donde los tiroteos, robos y venta de drogas ocurrían a diario.
“Nueva York era mala pero el Bronx era lo peor y a mi me encantaba. Era como el lejano oeste solo que diez veces peor. Yo disfrutaba mi trabajo como policía” aseguró en entrevista al New York Post Friedman. “Lo que me hizo sobrevivir fue la adrenalina que sentía”.
Friedman compartió que su trabajo lo ha hecho resistente a todo y que luego de un tiempo el hecho de tener que ver de cerca a personas con sus brazos o piernas rebanados le era algo prácticamente indiferente. “Podía salir a comer una pizza luego de ver todo eso sin problema”.
A pesar de su intachable historial policial, es el prontuario amoroso de Friedman lo que más se destaca en el libro de inminente lanzamiento.
Un accidente de tránsito ocurrido un año antes de retirarse casi le cuesta la vida al agente que se encontraba camino a responder a un llamado de emergencia. Tras embestir contra otro carro de la policía, el cuerpo de Friedman tuvo que ser rescatado de entre la carrocería completamente destruida, con 23 de sus huesos destrozados, entre su pelvis y cadera.
Gracias a su excelente estado físico Friedman pudo sobrevivir, pero tras pasar dos semanas sedado al despertar fue notificado que un total de siete mujeres había ido a visitarlo en condición de novia. “Al principio pensé que estaba alucinando, pero al parecer todas había decidido ir a visitarme el mismo día” aseguró Friedman al New York Post.
Grace, una de las tantas enamoradas del rústico agente de policía, se convertiría en su mujer al día de la fecha, con quien comparte su hogar de Connecticut ya retirado y sin hijos. “Definitivamente tuvo un buen sentido del humor” compartió Friedman sobre la mujer que lo ayudó en su recuperación que demandó dos años.
A pesar de haberse retirado de servicio hace más de 30 años en 1984, Friedman continúa siendo al día de la fecha el detective más condecorado en la historia de la NYPD con 219 distinciones y 40 reconocimientos dentro del ámbito civil. Además recibió la Cruz del Combate, el segundo honor más importante dentro del departamento, tras abatir a un hombre armado que le disparó a un adolescente que le había llamado “bastardo”.
Friedman asegura que todo lo que vivió valió la pena pero que hoy alejado de su vida como policía se ve como una persona diferente. “Si me pongo a ver una película triste, es probable que hasta una lagrima salga de mis ojos”.