WASHINGTON. La victoria demócrata en un pequeño distrito del estado de Pensilvania donde el presidente estadounidense, Donald Trump, arrasó en 2016, trajo esta semana un mal presagio para el magnate y evidenció el peligro que corren los conservadores de perder el control del Congreso en noviembre.
La victoria el martes del joven aspirante demócrata Conor Lamb en la elección especial para cubrir un asiento de la Cámara Baja apenas se dio por unos cientos de votos de diferencia con su rival republicano, Rick Saccone, pero la importancia de haberse alzado ganador radica en el contexto.
El distrito 18 de Pensilvania, donde se libró la batalla, fue parte del fortín de Trump en los comicios presidenciales de 2016, una zona clave del país para su victoria, un entorno rural a las afueras de Pittsburgh prototipo de la base dura del magnate, tanto que el actual presidente ganó a su rival, Hillary Clinton, por 20 puntos porcentuales.
Los medios nacionales tuvieron los ojos puestos sobre la batalla electoral durante varios días, pero no por el poder del cargo en disputa -apenas un escaño de los 435 de la Cámara Baja- sino por el significado que podría emanar del comportamiento del electorado.
Trump ya había sufrido otro serio revés meses atrás en un bastión conservador por excelencia, Alabama, cuando el candidato republicano al Senado Roy Moore, a quien había expresado su apoyo pese a las acusaciones de acoso sexual vertidas contra él, perdió frente a Doug Jones, un demócrata moderado.
En el caso de Pensilvania, Saccone, de 66 años, venía limpio de escándalos y lucía un perfil totalmente afín a lo que se espera de un aspirante conservador en el Estados Unidos rural: antiguo veterano de las Fuerzas Armadas y fiel a los mandatos del Comandante en Jefe, hasta el extremo que llegó a declarar: “Yo fui Trump, antes de que Trump fuera Trump”.
Pero enfrente tenía a un demócrata de centro, Lamb, un ex fiscal de 33 años que se alejó de los rostros más izquierdistas de su partido, y supo equilibrar los temas tradicionales de los demócratas sobre los derechos laborales y la igualdad económica adoptando una posición más conservadora sobre un tema candente, el control de armas.
Ante lo apretado de las encuestas, Trump no solo respaldó a Saccone, sino que le acompañó en su campaña electoral, una presencia que, lejos de salvar los muebles, algunos creen que provocó el estrépito.
Independientemente de los distintos contextos demográficos y de las características de cada uno de los candidatos derrotados que obtuvieron el beneplácito de Trump, los analistas creen que los bajos niveles de popularidad del magnate, históricos para un presidente, no pueden ser un dato menor al estudiar el fenómeno.
Mientras que algunos republicanos niegan que se pueda extrapolar lo ocurrido a escala nacional, sobre todo por el centrismo de Lamb, otros temen que la figura del mandatario, o mostrar apoyo a su agenda, pueda ser un arma de doble filo para sus candidaturas a las elecciones legislativas que tendrán lugar el próximo noviembre.
Y es que, como Moore y Saccone, otros republicanos candidatos a puestos públicos han tenido la misma experiencia tras hacerse la foto con multimillonario: el también exaspirante al Senado por Alabama, Luther Strange, y el candidato a la Gobernación en Virginia, Ed Gillespie.
Una tendencia que se agrava si se atiende a los resultados republicanos a nivel más local, donde los demócratas han arrebatado decenas de cargos a los republicanos en las legislaturas estatales desde que Trump llegó al Gobierno.
Así, a poco más de seis meses de los comicios legislativos, donde se renovará un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara Baja más una treintena de gobernaciones, la sombra de Trump parece oscurecer las expectativas republicanas, mientras los demócratas han dado un giro a su estrategia y se alimentan de las pequeñas victorias.
fuente: WASHINGTON post.