EL CARCELAZO DEL CHAPO GUZMAN

Joaquín “El Chapo” Guzmán fue extraditado a Estados Unidos en enero de este año.

En México le llaman “carcelazo”. Es el momento en que los presos se dan cuenta que perdieron la libertad, y que pasarán mucho tiempo encerrados.

Se trata de un proceso de angustia y estrés que puede causar problemas psicológicos y que en el caso de algunos líderes de narcotráfico, acostumbrados a una vida de lujo, poder y libertad absoluta, puede ser traumático.

Un ejemplo es Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, quien fuera uno de los capos más poderosos y ricos del mundo.

El gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, le calcula una fortuna de US$14.000 millones.

Desde 2001, cuando escapó por primera vez de prisión, el capo fue clave para crear la organización de narcotráfico más poderosa de México.

Dentro del Cartel de Sinaloa a Guzmán Loera le decían “El General”.

Ahora vive en una celda de 20 metros cuadrados en el Centro Correccional Metropolitano de Lower Manhattan, Nueva York.

Joaquín Guzmán Loera, Derechos de autor de la imagenAFP
Image captionGuzmán Loera está confinado a una celda de 23 metros cuadrados.

Allí pasa 23 horas del día. Los celadores no le dirigen la palabra ni tampoco tiene permitido hablar con otros prisioneros.

El aislamiento causa estragos. Uno de sus abogados, Eduardo Balarezo, asegura que “El Chapo” padece una depresión profunda y empieza a sufrir daños psicológicos.

El capo, insiste, escucha ruidos inexistentes y sufre problemas de memoria.

La pesadilla

El “carcelazo” es un proceso complicado para cualquier detenido, dice Martín Barrón, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe).

Sobrevivirlo depende de la historia personal de cada uno y de las condiciones de la cárcel donde se encuentren.

Quienes padecieron privaciones antes de ser detenidos, por ejemplo, eventualmente tienen más posibilidades de adaptarse al encierro.

Pero los que tuvieron comodidades o un estatus de poder el proceso suele ser más complejo. Es el caso de algunos líderes de carteles que se encuentran en prisiones de máxima seguridad.

“De buenas a primeras te encierran y la movilidad no es la misma, el poder que tenías fuera del espacio carcelario era enorme, te podías desplazar a donde quisieras y hacer lo que quisieras”, explica Barrón.

Casi todos marcaron sus propias reglas. El poder en su organización era absoluto y en casos como Guzmán Loera o el exlíder del Cartel del Golfo Ezequiel Cárdenas Guillén, “El Mata Amigos”, tenían incluso la admiración de miles de personas.

Algo difícil de perder. Cuando son detenidos buscan mantener su estilo de vida dentro de las prisiones, y para eso utilizan sus ganancias del narcotráfico.

Armas de oro de narcosDerechos de autor de la imagenAFP
Image captionEn libertad los capos del narco llevaban una vida de lujos y poder.

A finales de los años 80, por ejemplo, Juan José Esparragoza Moreno, “El Azul”, uno de los fundadores del Cartel de Sinaloa, salía algunos fines de semana de la cárcel donde se encontraba en Ciudad de México para cenar en restaurantes de lujo, asistir a centros nocturnos y bailar en cabarets.

Y durante su primer período tras las rejas (1993-2001) en el penal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, “El Chapo” organizaba fiestas privadas en su celda con bebidas y comida que le enviaban de restaurantes exclusivos de Guadalajara, capital del estado.

La segunda vez que fue arrestado consiguió que le autorizaran visitas diarias de abogados y familiares, lo que sirvió para planear su fuga de la cárcel del Altiplano en julio de 2015.

Esas facilidades se pierden en las prisiones de máxima seguridad, especialmente las estadounidenses.

Y eso perturba a los capos del narcotráfico.

Las voces

“Mucho muy inteligente”. Así definió en 2005 la Procuraduría (fiscalía) General de la República (PGR) a Joaquín Guzmán Loera.

El perfil criminológico del capo lo define como una persona con marcado egocentrismo “de alta peligrosidad, que define claramente sus metas y la forma de alcanzarlas”.

Un personaje tenaz, sin sentimientos de culpa y que se reconoce como “un líder de buenos sentimientos”. También se le define como una persona mesurada en sus acciones de venganza.

Esta capacidad de organización le permitió encabezar la guerra contra carteles rivales para arrebatarles las rutas de tráfico en la frontera con Estados Unidos, y que causó la muerte a miles de personas.

Durante los 14 años en libertad tras su primera fuga de prisión, “El Chapo” asistía a restaurantes de lujo en Culiacán o Mazatlán, Sinaloa, los cuales cerraba para convivir tranquilamente con sus acompañantes.

Incluso organizó una gran fiesta para casarse con su actual esposa, Emma Coronel Aispuro.

Por eso el encierro de ahora le resulta infernal. Es una de las razones de sus problemas de depresión y ansiedad, dice su abogado.

“Tuvo muchas posibilidades de ser el centro de todo y eso es una seducción muy fuerte”, le dice a BBC Mundo el escritor Elmer Mendoza, autor de varias novelas sobre el narcotráfico en Sinaloa.

“Después de una vida tan intensa sería interesante saber las voces que escucha“, dice de Guzmán Loera.

“¿Son las voces de su familia, de sus hijas e hijos, de sus mayores, de sus abuelos, las personas que asesinó o las mujeres que amó? Sería interesante saberlo”.

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